- Caballero. Tiene usted sida.
- ¿Está seguro, doctor?
- Los análisis no dejan lugar a dudas.
- Pero eso cómo va a ser, si yo soy virgen.
- Debe de ser el estrés.
- Ah, claro.
- Veamos. ¿Está usted muy estresado últimamente?
- La verdad es que no. Yo vivo de puta madre.
- Ése es el peor estrés, el estrés inconsciente.
- No me lo puedo creer. ¿Y ahora cómo le digo yo esto a mi gato?
- Lo lamento mucho, señor Suárez.
- Yo no soy el señor Suárez.
- ¿Ah no?
- Mi documento no deja lugar a dudas. Yo soy el señor Mansilla.
- Uy qué error más tonto. Es que llevo unos días que ni le cuento. ¿Tiene usted hijos?
- No.
- Qué suerte. Quién pudiera. Los hijos sólo dan estrés. Veamos pues los análisis del señor Mansilla. A ver por dónde andan. Aquí están.
- Soy todo oídos.
- Señor Mansilla. Lo que usted tiene es un cáncer como la copa de un pino.
- Pues me viene fatal en estos momentos. ¿Y cáncer de qué?
- De pulmón. ¿Fuma usted?
- No.
- Debe de ser el estrés. ¿Tiene usted hijos?
- No.
- Pues debería. Los hijos son la sal de la vida.
- Es que yo soy de tensión alta.
- Está bien, le perdono.
- Gracias.
- Volviendo a su cáncer, algunos sostienen que es algo que se suele heredar. ¿Hay en su familia antecedentes de estrés?
- Mi madre era bastante nerviosa.
- Ya está. No me diga más.
- Pero mi madre nunca tuvo cáncer.
- Le he dicho que no me diga más. No tengo toda la tarde y sí una fila de pacientes esperando. Un beso a sus hijos de mi parte.
- Adiós, doctor.
- Siguiente. Hombre, señor González. ¿Qué le trae por aquí?
- Creo que me he roto un brazo.
- Debe de ser el estrés.
- ¿Usted cree?
- A ver que yo vea ese brazo. Pues sí que está roto, sí.
- Que me he caído, doctor, esta mañana al salir de casa. Iba yo tan tranquilo, pasaron dos tipos corriendo, me empujaron y ya ve.
- Si es que hay mucho estrés en esta vida. En fin. Usted no se preocupe y tómese estos comprimidos.
- ¿Y no me escayola el brazo?
- ¿Usted no se estará estresando?
- Yo no.
- Que no me entere yo. Adiós, señor González.
- Adiós, doctor.
- Enfermera.
- Sí, doctor.
- Queda usted despedida.
- ¿Pero qué he hecho, doctor?
- Estoy harto de que sólo me envíe gente enferma. ¿Qué se ha creído que es esto?
- Pero doctor.
- Ni doctor ni hostias. Quítese de mi vista. A ver si mi mujer contesta al teléfono.
- Sí.
- Querida. ¿Qué hay para cenar esta noche?
- Esta noche como siempre. Sopita caliente, un cachete en los cojoncillos y a la cama.
- Así me gusta.
- Ya sabes que yo por darte gusto a ti, cariñito.
- Salgo para allá. Un beso, linda.
Imagen: Lambchops, de JakRiver en deviantART
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