Hay que ver lo mal que estoy en esta foto. Me encuentro la mar de viejo. Y tengo un gesto triste. Hay que decir que en esa época salía con una tía insoportable, que me tenía amargado. ¿Por qué la aguanté tanto tiempo? Te juro que aún no lo entiendo, dos años después. Recuerdo que vagaba por las calles de la capital sin saber qué hacer. Me metía en cualquier bar y leía. Eso sí, curiosamente leía mucho. Quiero decir que la angustia que me provocaba salir con ella no me impedía leer, todo lo contrario. Va por épocas.
Lo único que me gustaba eran nuestras noches, ciertas noches. Ambos éramos extranjeros y ella me pedía que le cantase canciones en mi idioma. Eran momentos hermosos.
Los orgasmos fuertes la hacían gritar en el suyo, y a mí me daba la risa. Al terminar fumábamos y nos besábamos y a veces yo le pintaba las uñas de los pies.
La muy cachonda siempre llevaba las uñas de rojo.
Yo no podía más. ¿Por qué tenía que abrir la boca, con esa voz nasal?
Aquí tengo otra foto de la misma época. ¿No te parece que sonrío sin ganas? No sé.
Era una tía antipática, fundamentalmente. Una tía, cómo decirlo, poco simpática. No daban ganas de hacer chistes, de comentar una película, de compartir una sobremesa. Ahora bien, era la más agradable de todas sus amigas.
Yo acababa de dejarlo todo, trabajo, ciudad, amigos, porque necesitaba cambiar de vida. Ella me sedujo como nadie lo había hecho y como nadie lo ha hecho desde entonces. ¿Ves esa gente antipática que sabe lo que quiere? Yo me encontraba en un café con un grupo al que acababa de conocer. Tenía la noche inspirada, estaba más gracioso que nunca. Ella leía sola en un rincón, con las piernas cruzadas y un sombrero en la cabeza. Parece ser que no podía parar de escucharme y que se dijo: “Éste para mí”. Esa misma noche follamos en la mesa de su cocina.
Cuando sentí que se acercaba al orgasmo, me gritó en su idioma:
- Fóllame, fóllame.
- Pero si te estoy follando, golfa.
- Cállate, cállate.
Entonces me agarró la cabeza con fuerza y yo, de un golpe seco, le metí un dedo en el culo. Una barbaridad, un gustazo, pensé que se me rompía la polla.
Era una tía extraña. Mírala en esta foto. Seductora y repulsiva a un tiempo. Guapa y fea a la vez. Espabilada pero pánfila. Con las uñas de rojo como siempre, la muy distante. Y mírame a mí a su lado. Un hombre apagado, apocado, consumido.
Ahora estoy mucho mejor. Dos años más viejo y parezco mucho más joven. ¿Será la soltería? No lo sé, porque ganas de una noviecita no me faltan. Pero creo que les tengo miedo. Hay algo en las mujeres que me pone tenso, algo que nunca funcionará entre ellas y yo. Y creo que sé lo que es: que a mí me gusta estar vivo.
* Publicado en el blog Breves no tan breves
* Publicado en el blog Breves no tan breves
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