Sus relaciones con los demás eran cada día más conflictivas.
Ni él entendía a nadie ni nadie le entendía a él.
Evidentemente, se estaba quedando solo.
No pocas veces pensaba en relajarse, en intentar comprender a los demás, en abrirse.
Pero para no sucumbir a la tentación, llegaba a casa y se leía uno o dos relatos de Bukowski.
* Publicado en los blogs Químicamente impuro y Cuentos y más y en la revista virtual Agitadoras.com
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