Estoy harto de no saber quién soy ni lo que quiero. Ni adónde voy ni para qué ni qué pretendo. Estoy harto de ignorarme y estoy harto de creer que me conozco. Proyecto una imagen en completo desfase con mi ser. Me molesta que me hablen mal y soy una máquina de agredir. Me molestan los histéricos y soy un histérico. No soporto a nadie porque están todos locos y yo estoy tan loco como el que más. Soy un idiota, un dramático personaje de comedia. Lo que fui ya no cuenta, lo que soy es inútil y lo que seré está claro: un mierda. Seré un mierda toda mi vida. Si no me quieren porque no me quieren, si me quieren porque me quieren, lo único evidente en todo esto es la furia que me invade cada vez que tengo ocasión, esto es, cada vez que tengo a alguien a mi lado. Soy el más educado y el más gracioso con los desconocidos, soy el más hiriente y el más solemne con mi entorno. De manera que si algún desconocido me habla mal, yo insultaré a algún ser cercano. Conozco a muchos tipos que se desfogan fuera de casa y luego viven tranquilos. Yo sólo me desfogo en casa, de modo que estaré siempre inquieto: dando respuestas inapropiadas por no saber dar respuesta a mil humillaciones. En El martillo azul se habla del deterioro emotivo, lo que creo que me describe con exactitud. Yo no era así antes pero lo soy ahora y me temo que esto no tiene fin. Ya no me doy a nadie ni me fío de nadie ni puedo querer a nadie más que a mí mismo, a quien quiero porque no me queda otro remedio. Seduzco a desconocidas porque soy encantador, nunca me duran porque enseguida dejo salir al ogro escondido. ¿Qué clase de lamentable círculo es éste? Llevo años así, ¿es que no pienso encontrar una salida? ¿Acaso no soy más que un hámster? ¿Me creo un hueso duro de roer y resulta que sólo soy un roedor? La duda me corroe y aquí estoy yo, pinchando en hueso: ya estoy bromeando de nuevo con mi drama. Unos cuantos juegos de palabras y ea, vuelta a empezar. Como si no me conociera.
Imagen: Zdzislaw Beksinski
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