sábado, 8 de octubre de 2011

INCORREGIBLE - Rafael Blanco Vázquez



Impermeable al conocimiento, el hombre se indigna.



Comprarse una verdad cada cinco minutos, comerse una verdad y vomitarla, abrazarla con fuerza hasta aplastarla, enarbolarla con furia hasta vaciarla de significación, envejecer inerme de orfandad y morir suicidado de incongruencia en una exhalación de estertores sin verbo, en un espasmo final hueco de ideas y exangüe de tristeza.



Impermeable al exterior, el hombre sale.



Inactivos y aquiescentes, sonrientes y comprensivos, mirando como de otro planeta el ambicioso, el incesante bullir de los humanos en derredor, cansados y silenciosos, yacentes y tolerantes... Basta una simple gripe para verse a sí mismo como un dios.



Impermeable al conocimiento, aún me empalmo.



Angustiado, aovillado, en posición fetal sobre mi cama, me levanto de vez en cuando a desmenuzarme en fragmentos ansiolíticos. Pero han de ser breves, restallantes, veloces como uñas que caen al suelo, sangrientos como mosquitos despanzurrados, han de surgir repentinamente, inexplicablemente, sin más: si me viene una idea necesitada de desarrollo, la dejo para otro día.



Impermeable al conocimiento, aún observo: ¿se puede saber qué busco, a estas alturas?



Llegar a casa con la insatisfacción del deber cumplido. Haber sido decente y responsable como un cualquiera.



Impermeable al conocimiento, el hombre conoce.



Canción popular: “Libre, como el sol cuando amanece yo soy libre.”
Pero desde cuándo la rutina es libertad.
Que el hombre es un ser rutinario lo prueba su nostalgia, desde la rutina cultural, de la rutina natural. Y sólo a él se le ocurre, encima, aplicarle a ésta, negándola, un término de aquélla: la añoranza edénica es la añoranza de un estado sin consciencia, y no de un estado libre.
Pero cómo puede aspirarse a ser un árbol libre, o sea un árbol consciente. Un árbol consciente no es un árbol: es un hombre.



Impermeable al conocimiento, estoy aquí: emocionado de haber vuelto a escribir después de dos semanas de improductividad.



Imagen: Chaiselongue, de Culpeo-Fox en deviantART

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