Cuando
volví del baño me lo encontré tocando el bajo. Estaba como en trance, y era una
imagen melancólica y dulce. De repente había dejado de ser ese niñato
obsesionado por el dinero que volvió a ser minutos después, cuando se puso a
contarme lo que le había costado aquel bajo.
* Publicado en el blog Químicamente impuro
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