LIBRE DEUDA, de Jorge Martín
Se había matado varias veces, de los modos más diversos, pero una y otra vez había despertado en la cama. Su drama siempre había sido la vida, ahora era que no podía morir. Consultó al médium del barrio, porque no era adherente de ninguna religión específica.
—Supongo que tengo alguna deuda, no terminé bien algunas relaciones, no me reconcilié con mis padres, veo poco a mis hijos —le informó al vidente.
—No, al parecer nada de eso pesó a la hora de que lo devolvieran del más allá.
—No sé qué tengo que hacer para que me den el pase. ¿Tengo que ayudar a alguien?
—Lo que pase del otro lado no es el asunto. Usted debe patentes desde hace tres años y hasta que no pague no puede irse de este mundo. Este gobierno es muy estricto. Son trescientos pesos.
—¿Las patentes?
—No, la consulta.
—Supongo que tengo alguna deuda, no terminé bien algunas relaciones, no me reconcilié con mis padres, veo poco a mis hijos —le informó al vidente.
—No, al parecer nada de eso pesó a la hora de que lo devolvieran del más allá.
—No sé qué tengo que hacer para que me den el pase. ¿Tengo que ayudar a alguien?
—Lo que pase del otro lado no es el asunto. Usted debe patentes desde hace tres años y hasta que no pague no puede irse de este mundo. Este gobierno es muy estricto. Son trescientos pesos.
—¿Las patentes?
—No, la consulta.
NUESTROS MIEDOS, de Jordi Cebrián
A mirar bajo la cama, y que sea verdad, y existan monstruos; a que muera el amor; a que algo obstruya nuestras venas y la sangre no fluya; a que la noche nos sorprenda fuera, sin saber volver; a no importar a nadie; a que el metal desgarre nuestra débil coraza; a perder a los nuestros; a morir de aburrimiento; a que en nuestro interior algo empiece a crecer implacable; a dejar de ser sin darnos cuenta, y que nuestro cerebro se disuelva lentamente, y un día la baba se nos escape, sin saber decir ya que no, que basta.
LAS RAZONES DEL CUERPO*, de Alejandro Hugo González
Nunca le habían gustado las manos de su esposa. Pero eso no tenía que ver con ella: era tierna, bellísima, adorable. Inclusive podría haberse dicho, si no hubiera sonado tan ridículo, que él tenía miedo de aquellas manos. Pero se trataba de ellas; a su esposa la amaba con todo su corazón.
Y fueron precisamente aquellas manos las que una noche de invierno lo estrangularon, mientras su esposa, desesperada, atrás, gemía:
—Te amo, querido; te amo tanto como jamás podrás imaginar. Pero tu cuello, ay, tu maldito cuello...
LA TUERCA, de Jordi Cebrián
Encontró la tuerca en el suelo, durante la revisión rutinaria. La examinó sin reconocer el modelo, y buscó infructuosamente de dónde podía haber caído. Mostró la tuerca a sus compañeros, que andaban enfrascados revisando juntas y apretando válvulas, pero no le prestaron atención, y le sugirieron cosas que podía hacer con ella. Obstinado, fue a ver al supervisor, persona metódica y responsable, que consultó en el ordenador central la función de la pieza. Por desgracia, la consulta centralizada estaba desactivada por mantenimiento. Mientras esperaban volver a conectarse, empezaron a oírse ruidos metálicos por todo el complejo, que empezaba a desplomarse.
* Lee Las razones del cuerpo traducido al francés por Rafael Blanco Vázquez
Otros cuentos de Jorge Martín
Blog de Jordi Cebrián
Otro cuento de Alejandro Hugo González en este blog
Blog de Alejandro Hugo González
Segunda imagen: CRANIAL_BLEEDING, de quick2004 en deviantART
Tercera imagen: Theory of Probability, de ja5on en deviantART
Cuarta imagen: Clockworks, de Sven360 en deviantART
* Lee Las razones del cuerpo traducido al francés por Rafael Blanco Vázquez
Otros cuentos de Jorge Martín
Blog de Jordi Cebrián
Otro cuento de Alejandro Hugo González en este blog
Blog de Alejandro Hugo González
Primera imagen: the doctor says, de anatheme en deviantART
Segunda imagen: CRANIAL_BLEEDING, de quick2004 en deviantART
Tercera imagen: Theory of Probability, de ja5on en deviantART
Cuarta imagen: Clockworks, de Sven360 en deviantART
Una breve recopilación exquisita. Gracias.
ResponderEliminarSaludos, Rafael.