lunes, 28 de noviembre de 2011

EL PUNTO Y COMA* - Rafael Blanco Vázquez



Cuando discutían (cada vez más a menudo), él solía acabar sus acaloradas intervenciones con un “y punto” que nunca era tal, pues inmediatamente seguía con el tema. Pero aun así, ella le reprochaba que fuese tan drástico, tan terminante. El día que se hartó de dar vueltas y vueltas a lo mismo, sin perder la calma la miró y le dijo:
Mejor lo dejamos y punto y coma.
¿Cómo y punto y coma? –se sorprendió ella.
Sí, te propongo que quedemos como amigos.



* Publicado en el blog Químicamente impuro



Imagen: Number 10, de andrew4321 en deviantART



viernes, 25 de noviembre de 2011

TRES CUENTOS DE XAVIER BLANCO



POCA COSA

Lloraba. Era poca cosa, el último de la fila, un cero a la izquierda. Gato por liebre. Cola de ratón, una piedra en el zapato, un sin nadie. Poco más que nada, un piltrafilla, un despojo, un desecho, sobras, ceniza, sólo migajas. A menudo una víctima propiciatoria, un daño colateral, una jugada del destino. Siempre ahogándose en un vaso de agua. Toda una vida andando con la soga al cuello. Perennemente bailando con la más fea. Aprendiz de todo maestro de nada. Un personajillo, mala suerte, mal fario, el número trece. Hablar, decir, opinar…caer en saco roto. Cantos de sirena, agua que no moja, cosecha perdida. Lloraba, no tenía muchas pretensiones; a él le hubiera gustado ser granito de arena. Cada loco con su tema. A buenas horas mangas verdes.





PARTIDO EN DOS

Hace tiempo que mi cabeza y mi corazón no se hablan. Ya no se escuchan, no se soportan. Se han alejado irremediablemente. Esa separación, este divorcio, me ha fracturado en dos. En dos seres enemistados que se observan con recelo. La cabeza es avispada, quimérica, se ríe de mí, se ríe de todo. Ella piensa, crea, destruye, inventa mundos, imagina historias, se desborda. Camina, corre, vuela. El corazón es atolondrado, es grande, pero se comporta como un niño pequeño. Camina torpe, late ingenuo. Cuando la cabeza se ríe maliciosa, él llora. El corazón es lento y pausado. Él sueña, acaricia, susurra, gime y siente. A veces salta entre las nubes, percibe lunas, mira a lo lejos y se queda absorto, como perdido. "Eres bobo", le dice la cabeza. Él no escucha. Tengo que solucionar esto. Hoy he hablado con mi cabeza; ella me lo ha dicho claro, no me aguanta. Que esta situación cambia de rumbo o que lo nuestro se acabó; que ahí me quedo con el tonto ese del corazón, con los unicornios y con las princesas. Es capaz de hacerlo. Mañana intentaré hablar con el corazón. Me cuesta; todo son excusas, no veo el momento. Es tan cándido, tan incauto, pero sea como sea tendré que encontrar el instante y decirle cuatro cosas claras. Que espabile, yo sin cabeza no me quedo.





ERA ELLA…

Lo juro. La he visto esta mañana, no tengo ninguna duda. Viajábamos juntos en el mismo vagón de tren. La sentí cerca. No la he perdido de vista. No ha reparado en mi presencia. Esos ojos, esa mirada. Era ella. Descendí del vagón en la primera parada. Curioseó mi miedo. Se reía. Han pasado seis horas y todavía tengo el pánico en el cuerpo. Sigo deambulando por el andén. No sé dónde estoy. Quieto, parado, en ninguna parte. La diferencia entre la suerte y la muerte es sólo una letra. Os lo prometo. Era ella.


 
Dos blogs de Xavier Blanco: Caleidoscopio y Rapsodia...


Primera imagen: Fly, de pyromaniac en deviantART

Segunda imagen : Psycho, de ArtisAllan en deviantART

Tercera imagen: Fatal Stage, de Ryohei-Hase en deviantART

martes, 22 de noviembre de 2011

HACIA DELANTE* - Rafael Blanco Vázquez



Cuando dejó de fumar le dio por beber, aunque también se puso a hacer ejercicio, si bien es verdad que comía cada vez más.

Había dejado atrás su juventud, pero ahora follaba mejor, claro que también se enojaba más, y eso que por fin se estaba quedando solo.

Se acordaba con nostalgia de la época en que se rapaba la cabeza, de las chicas que le pasaban la mano por el cráneo ahora que chicas más grandes le acariciaban el pelo.

Ni siquiera comprar champú era anodino.

Vivió en varios países, siempre presa del mismo balanceo entre el descubrimiento y la melancolía, entre la exploración y el rechazo.

Antes iba más al cine, ahora leía más libros.

Antes leía de todo, ahora sólo novela negra.

Ahora las películas las veía en casa, y eran todas de terror.

Y por las noches, mientras tomaba whisky y rememoraba los tiempos en que leía otros libros y veía otras películas y tenía otras edades y transitaba otras calles y fumaba y follaba peor y apenas se enojaba, indefectiblemente se hacía la misma pregunta: ¿qué va a ser de mí?


* Publicado en el blog Breves no tan breves


Imagen: Drinking wine, de MTP7 en deviantART


viernes, 18 de noviembre de 2011

LOS QUE ABANDONAMOS LOS MARTES* - Esteban Moscarda & Rafael Blanco Vázquez



Los que abandonamos los martes lo hacemos por una simple razón: no nos bancamos más ese día ni a todos los perdedores que viven en él. El problema es que la mayoría de nosotros quiere vivir los viernes pero para ello hacen falta contactos políticos. Tengo un amigo que está en la mesa de entradas del Ministerio Semanal pero hasta allí llegan mis conexiones. En fin, qué sé yo, quizás sólo estoy desvariando. ¿De qué nos sirve abandonar los martes si, invariablemente, los miércoles volvemos a la carga? Y además conozco a un tipo que consiguió vivir sólo los jueves y ahora cambiaría uno solo de ellos por cien domingos seguidos. Sí, lo acabo de decidir: mejor me quedo como estoy. Disculpen que los haya importunado. Que pasen una buena tarde.



* Publicado en el blog Químicamente impuro

Imagen: Part of Me, de quick2004 en deviantART

domingo, 6 de noviembre de 2011

TRES CUENTOS DE CRISTIAN MITELMAN



UÑAS*

Una noche mis uñas crecieron de una forma desmesurada. Me avergoncé frente a esa señal de primitivismo y decidí cortarlas. Sin embargo, a medida que iban cayendo en el lavabo, comenzó a ganarme una tristeza mineral. Había algo injusto en ese ritual de aseo; una especie de profanación, tal como si se arrancaran las ramas de un árbol centenario.
Al siguiente amanecer volvieron a presentarse tan largas como la jornada anterior. Pero esta vez decidí que ellas prosiguieran su curso. La situación no era en sí tan problemática: no trabajo; las rentas que me llegan de antiguos negocios familiares colman mis expectativas. Enviudé hace años. Soy solo.
Gradualmente fueron incrementando su longitud; llegaron a ramificarse de un modo impensado. Lo que para muchos era algo repugnante, a mí me daba una desacostumbrada sensación de placer.
No eran las mías uñas profanadas por la suciedad del mundo. Crecían poderosas, blancas, como el nácar de antiguas formas geológicas.    
Hay días en que creo advertir en su desarrollo las formas cambiantes de un friso hindú.
Poco a poco me he ido cubriendo de mí mismo. Tengo un solo temor. El índice izquierdo, insubordinado, ha generado una formación demasiado filosa que, tras un largo rodeo por toda la casa, ahora apunta a mi cuello.
Tal como está la situación, es imposible que busque unas tijeras. Pero aunque las tuviera a mano, tampoco me animaría a cercenar una obra que orilla entre lo barroco y lo atroz.
Ya no espero piedad, sino que esa uña obre con rapidez.





PROYECTO ERRÓNEO

Conozco a un hombre que se suicidó para causarle remordimientos a una mujer de modo que ésta, tarde o temprano, lo siguiera por los caminos de la eternidad.
Entiendo que el método no funcionó. Un par de meses después la mujer se casó con un próspero comerciante y tuvo dos hijos. Con el tiempo se divorció y volvió a casarse. Ahora dirige un colegio privado de la zona sur.
Un día, al pasar, le hablé del muerto. Lo recordaba —es cierto— tal como se recuerda un expediente, una boleta impaga o las gotas que de noche hay que poner en el oído del perro.





FANTASÍA OSCURA 2

Cena de camaradería de la promoción 92 organizada por el señor Anselmo Leto. A la hora y media, los huéspedes empiezan a sentir molestias en las piernas. No mucho después, agonizan.
Comprenden que Leto es un demente. Alguien alcanza a preguntarle por qué lo hizo.
–Por miedo –explica–. Siempre pensé que uno de nosotros iba a ser el primero en morir: la idea me resultaba atroz. Asesinar a uno hubiera sido lo más lógico, pero dado que todos me parecían igualmente odiosos, ¿por qué castigar más a éste o aquél? Por lo menos ahora sé que mi destino no era morir primero.


* Lee Uñas traducido al francés por Rafael Blanco Vázquez


Sobre el autor: Cristian Mitelman


Primera imagen: the hand muahahaha, de shinigamiakari en deviantART

Segunda imagen: melancholy, de Ryohei-Hase en deviantART

Tercera imagen: Eyes of fire, de halloweenkid en deviantART

viernes, 4 de noviembre de 2011

TRES CUENTOS DE GUSTAVO MASSO



PELIGRO EN LAS CAVERNAS SUBTERRÁNEAS

El metro avanzaba envuelto en su olor de hule quemado y sudor humano. La mujer en el incómodo asiento leía su revista femenina de rigor mientras, disimuladamente, miraba de reojo a los hombres del vagón y escogía uno. Con un gesto muy estudiado alzó la vista, miró al hombre que estaba frente a ella y sonrió. El hombre recibió el doble destello de mirada y sonrisa, y sonrió también, deslumbrado. Lo único que veía ahora era la vagina que se abría enorme ante él. Supo entonces que estaba perdido, pero no pudo resistir la tremenda atracción y se dirigió hacia ella. Las puntas de los senos lo guiaron con su señal roja y atracó en ese puerto con bandera franca, justo entre las piernas de la mujer. Y se debatió ahí sin ninguna esperanza, con un placer masoquista, mientras su cuerpo se perdía, se iba por ese vórtice erótico. Casi al final sintió miedo, y en un intento desesperado se agarró con fuerza de los senos y se sostuvo así un momento, pero fue inútil y, entre las convulsiones del orgasmo, desapareció.

Del hombre aquel sólo quedó la figura encorvada que descendió en la siguiente estación.

La mujer cruzó las piernas, sonrió satisfecha y empezó a elegir su próxima víctima. 




LA PUNTA DE LA MADEJA

Cuando ella descubrió su primera cana quiso arrancarla de un tirón, pero como el odioso pelo blanco se prolongaba, jaló y jaló, mientras su cuerpo se destejía, hasta que sólo quedó una niña, llorando asustada.





AQUÍ NOMÁS DE HABLADOR

¿Se imaginan lo que es estarse un domingo encerrado toda la tarde? Con el televisor descompuesto, el tocadiscos empeñado y sin tener siquiera un pinche quinto, ya de perdida para invitar a Conchita la del dos a ver la que pasan en el Mariscala. Porque claro, como de costumbre la quincena nada más me duró una semana y parecía que faltaban siglos para el día de pago. Pero ustedes ya han de haber pasado por todo esto, ¿verdad?, así que para qué les voy a amargar el rato.
Pos ya saben, así andaba yo, como león enjaulado, parriba y pabajo y ya se me hacía chiquito el cuarto, pero lo que más me desesperaba era lo silencioso que estaba el edificio. Carajo, ni siquiera se oían gritar los escuincles de la portera que son bien chillones. Por eso mejor agarré mi chamarra y que me salgo para la calle.
Y ai me tienen, camine y camine como pinche loco, parándome de repente a ver las carteleras de los cines que pasan puras películas de esas pornográficas, ¿así se dice?, o para mirar, con ganas de llegarles, a las chamacas que pasaban meneándolas mucho, aunque ya sabía que sin dinero nomás no hay de piña.
Bueno, el caso es que me aventé, así a pata, desde las calles del Carmen, que ahí tienen su casa, hasta el Caballito que es donde empezó a llover. Uta madre eso sí fue el colmo. Ya era de noche y de pronto se quedaron las calles vacías. Y yo allí, en pleno Reforma, con el humorcito que me cargaba, chorreando agua como un imbécil y parado debajo de una cornisa que ni me tapaba nada, esperando que se quitara la lluvia o quién sabe qué cosa.
Pero no se aburran que aquí viene lo bueno. En esas estaba cuando ai tienen que salió un coche derrapándose por la glorieta y zas pum ¡mocos!, que llega y se estrella contra un poste a un lado de donde estaba yo. Me escapé apenas por un pelito, y todavía no me reponía del susto cuando oí que alguien se quejaba. Me acerqué y vi a un hombre que salía arrastrándose de entre los restos del coche, que no había quedado ya ni pa chatarra.
Estaba fregado el cuate este, todo lleno de sangre y con un fierro del coche enterrado en la barriga. Se quejaba muy quedito, pero cuando vio que me acercaba comenzó a dar tremendos gritotes el pinche maricón, quién sabe qué me notaría en la cara. Yo entonces voltié pa todos lados, para asegurarme de que no viniera nadie, y agarrando el fierro que traía clavado, se lo hundí más en la panza hasta que dejó de gritar y se quedó quieto. Luego fui corriendo a llamar una ambulancia y me estuve ahí bajo la lluvia hasta que llegaron a recoger el cadáver. “Ha de haber andado borracho”, le dije a unos de los camilleros y me fui para mi casa en el momento en que dejaba de llover, evitando a las viejas que me salían al paso en todas las calles oscuras. Esa noche dormí muy a gusto.


Blog del autor: El último mexicano

Más cuentos de Gustavo Masso: Palabras al garete


Primera imagen: Vagina, de Angust en deviantART

Segunda imagen: Ghosts.Echoes.SilentSounds, de invisiblemartyr en deviantART

Tercera imagen: Man: hands in pockets, de courtneykates en deviantART

martes, 1 de noviembre de 2011

DOS CUENTOS DE OLGA APPIANI DE LINARES



COLORES

Al nacer, se cobijó en la limpia fragancia del blanco, y dejó que otros se preocuparan por rosas y celestes.
Después, aprendió a recoger amarillos para alegrarse el alma y verdes para llenarla de frescura; la dejó inundarse de turquesas y cobaltos cuando el mar le habló de lejanías y misterios.
Amó sentir bajo los pies la piel oscura de la tierra y el ocre tibio de sus caminos; tal vez por eso quiso recorrerlos todos.
Un día se entregó al azul de unos ojos y juntos supieron arder en rojos y naranjas.
Más tarde llegó el gris para ahogarlos en su niebla; conoció entonces la agonía insondable del negro; envuelto en él, incapaz de ver y verse, fue como una roca que musgos y líquenes cubrieron de tristeza.
Hasta que un amanecer violeta le regaló un resplandor ámbar; a su luz se reconoció vivo, y pudo reemprender la marcha.
Lejanas cumbres nevadas lo ensoñaron con blancuras renacidas.
Bajo el sol púrpura navegaban galeones de nubes, y el horizonte era otro mar.





RUTINAS

Estaba harto de esa vida, todos los días detrás de lo que, más allá de pequeñas diferencias, era siempre la misma mierda.
Con frecuencia se preguntaba si sus congéneres sentirían lo mismo, o si, como su padre, su abuelo, y todos los que lo habían precedido en el camino, aceptaban su suerte, sin perder tiempo en cuestionamientos sin sentido.
Porque, al fin de cuentas ¿qué otra cosa podían hacer? No solo habían nacido para esa tarea, sino que ella los definía, era su herencia, la identidad de su especie, el futuro de sus hijos…
Según viejas historias, antaño habían sido considerados seres sagrados, cuasi divinos, con una misión trascendental…
En la familia conservaban la estatua en piedra de un lejano antepasado, cuya negrura de basalto estaba surcada por signos que ya nadie sabía descifrar, pero que se suponía eran signo de su alto status anterior.
Pero ya nadie creía en que tuvieran nada que ver con lo celestial, ni responsabilidad alguna sobre los ciclos solares…
Debía abandonar de una vez sus estériles sueños…
Con un suspiro de resignada aceptación, el escarabajo estercolero agachó las antenas, y prosiguió empujando la bola de excremento.



Blogs de la autora: olgalinares y olgaappiani


Primera imagen: Bubbles, de Brummerstedt en deviantART

Segunda imagen: non title, de Ryohei-Hase en deviantART